Hace mucho tiempo, en la antigüedad, vivía un príncipe que, a pesar de su juventud, fue proclamado rey tras la muerte de su padre. La corte protocolaria le obligaba a casarse para poder reinar, pero él pidió elegir a su manera a la joven que se convertiría en su Reina. A petición del nuevo Rey, fueron convocadas todas las doncellas que quisieran optar a casarse. Allí se dieron cita marquesas, duquesas, hijas de políticos, doncellas de familias adineradas, alguna que otra princesa y también se permitió que alguna plebeya incluso aldeana pudiera ser candidata. El día de la convocatoria, el salón principal del castillo se llenó de chicas jóvenes con la esperanza de ser ellas las elegidas. Al llegar el rey al salón se hizo un gran silencio y éste les habló: -Como ya sabéis tengo que casarme para poder reinar, sois muchas pero solo una podrá reinar a mi lado. Mis ayudantes os entregarán una pequeña cajita cerrada. En ella se encuentra una semilla. Ahora os marcharéis a vuestras casas y tenéis un mes para plantarla y cuidarla. Quién consiga la planta más hermosa, esa será mi Reina-.
Todas las jóvenes marcharon con la idea de cuidar su planta. Pasado el plazo el Rey volvió a convocar a todas las doncellas. Cada una apareció con una planta a cual más hermosa: flores rojas, amarillas, hojas brillantes, plantas preciosas y muchas de una majestuosidad increíble. Cuando estaban a punto de cerrar las puertas del salón para que el Rey empezara a valorar el resultado de las plantas, llegó in-extremis una aldeana con las manos vacías. El Rey la observó y ordenó que pasara la primera para hablar con ella. La campesina muerta de miedo por el ridículo avanzó lentamente acompañada de un soldado de la corte. Al llegar a la tribuna el Rey le preguntó: -¿Dónde está tu planta?-
-No tengo planta -respondió tímidamente.
-¿Qué hiciste con la semilla que te entregué?
-La planté y la regué. Al ver que no salía el brote la cambié de tierra. La aboné y no salía el brote. La puse al sol y al aire pero tampoco. Ha sido inútil. No he sido capaz de hacer crecer una simple planta. No tengo planta.
El Rey se dirigió a toda la corte y dijo con una gran sonrisa: -¡Ya tengo una Reina!
La gente se extrañó, se miraban, cuchicheaban y luego el Rey prosiguió: -Las semillas que os di eran estériles así que no podían dar flores de ningún tipo ni nada. Ella ha sido la única persona capaz de ser sincera.
Aunque veamos a mucha gente llegar a puestos altos a base de mentiras, traiciones y triquiñuelas, nada nos llevará más alto que la sinceridad.
Las mentiras tienen las patas muy cortas
Dicho popular
Ilde García
Psicoterapeuta
y profesor de taichí
T. 628 704
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