martes, 6 de septiembre de 2016

REPETIR LOS NOMBRES DE LOS ANTEPASADOS

Hace poco llegó a mi facebook un artículo sobre los efectos, a veces nefastos, de ponerle a los niños los nombres de los padres, abuelos o antepasados. Empecemos por el principio. A priori un nombre solo es un nombre, sin embargo ese nombre tiene un significado que marca una tendencia conductual en la persona. Ese nombre está grabado a fuego en tu conciencia y además está asociado a la vida, con todas sus aventuras y desventuras, acciones, conductas y demás connotaciones personales a tu antepasado. Os voy a contar un secreto: se trata de una conducta que me une a mi abuelo que, por supuesto, llevo su nombre.

Mi abuelo nació hacia el año 1914 (hoy, en 2016, tendría 102 años si viviera) y una de sus batallitas que a veces me contaba era la siguiente. En la guerra civil (1936-1939) él vivía en un lugar ocupado por el bando nacional (los fascistas) y lo reclutaron a la fuerza. Él era de convicción izquierdista, por lo tanto, tras su alistamiento sin opciones decidió desertar y alistarse voluntario en el bando rojo. No debió ser el único que hizo esto, en ambas direcciones, claro. La pena por deserción en guerra se castigaba con la ejecución por fusilamiento y muchos fueron capturados y fusilados, sin embargo mi abuelo logró salvar la vida ¿Qué hizo? algo tan tonto como cambiarse la última letra de su segundo apellido (entonces era más fácil falsificar un documento), que originalmente era Molina y pasó a llamarse Molino. Cuando la guardia civil o los militares hacían inspecciones y lo cogían, él alegaba que siempre lo confundían ya que buscaban a un tal Ildefonso García Molina y él se llamaba oficialmente Ildefonso García Molino y lo dejaban libre. Finalmente murió de viejo en el año 1988.

Pero ahora os cuento mi historia. Mi nombre completo es Ildefonso García Chica y cuando era pequeño mis padres me llevaban a colegios religiosos con la convicción de que estaban haciendo lo correcto. Por aquello de la buena educación y todas esas cosas. Lejos de la educación allí recibida, me encontré en un colegio Salesiano, en el que los 40 niños de aquella endemoniada clase se burlaban de mi por mi segundo apellido (Chica). Cada vez que el profesor pasaba lista diariamente era un infierno esperar mi nombre y ver como todos los niños estallaban en risas jocosas haciendo alarde de una misoginia típica de los años 70. Y lo peor es que ningún profesor estaba dispuesto a frenar aquello. A los 8 años de edad cambié de colegio por un traslado y mi miedo era perpetuar aquel episodio de risas jocosas y burlas sin sentido por mi segundo apellido ¿Cual fue mi salida para evitar aquello? A pesar de estar inscrito en el colegio correctamente, en mi primer día de colegio dije que me llamaba Ildefonso garcía Chico. Sí, cambié la última letra de mi segundo apellido y mantuve la mentira dos años hasta que mi madre vino a hablar con un profesor y se descubrió todo.

Tanto mi abuelo como yo hicimos lo mismo, en contextos diferentes, en situaciones diferentes, en épocas diferentes y con consecuencias diferentes pero la acción, la actitud y los motivos eran los mismos, repetición de patrón. Ambos cambiamos la última letra del segundo apellido para sobrevivir en un entorno hostil. Y creo que aún os podría contar más historias pero no quiero haceros leer tanto, que seguro tenéis cosas mejor que hacer. Aunque ya sabéis, si queréis saber más de vuestros antepasados, repeticiones de actitudes y de cómo afecta en vuestra vida, abajo tenéis mi teléfono.


Y los hijos pagarán los pecados de los padres
En algún lugar de la Biblia




Ilde García
Psicoterapeuta y profesor de taichí
T. 628 704 281
e-mail: ildegarciachica@gmail.com
Blog: http://lamiradadelalechuza.blogspot.com.es

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